La semana pasada fue súper intensa. Intensa porque hice muchas cosas, pero también fueron los días en los que más querida me he sentido de este 2021. Cumplí 28 años, volví a aquello de “lo que en la juventud se aprende, toda una vida dura”, me volví a enamorar de la vida, de mi familia y de mis amigos. Dije siempre sí…
Sí a ilusionarme.
Sí a disfrutar.
Sí a desnudarme de mis miedos.
Sí a arriesgarme.
Volvamos al tema de mi cumple, a las 23:45 horas del 15 de febrero… es decir, quince minutos antes sonaba «Fast Car» de Tracy Chapman. Soy muy de valorar las felicitaciones de las 00.00, de la persona que se acuerda justo cuando empieza el cumple y no se duerme antes de felicitarte. La verdad que esas felicitaciones se pueden contar con una mano, pero son las que más ilusión me hacen.
Y a pesar de ser mi primer cumpleaños en pandemia, disfruté muchísimo. Por la mañana vino una de mis mejores amigas a casa y me trajo el desayuno, además que algún que otro regalito, aunque el mayor regalo es ella. Después fui a recoger a mi madre a la estación, por lo que pude disfrutarla el día de mi cumple después de mil años sin hacerlo. Fuimos a comer nosotras dos y otra muy buena amiga a un sitio muy chuli madrileño, pero descubrí que siempre, siempre es con quien y no tanto el dónde.
Ya por la tarde me fui a trabajar y mis compis me lo hicieron súper ameno. Además, entrevisté a Eva Moral (paratriatleta olímpica) y pude descubrir el verdadero valor de la vida: no rendirse nunca. Fue un día especial y diferente. No organicé nada y me dejé llevar. Cero expectativas, cero, ninguna.
Al llegar a las 21.10 horas a casa mis amigos más cercanos me habían organizado una cena. No me lo esperaba para nada. Flores, tarta y globos, ah y comida rica, rica… de gochos 😉 ¿Qué más se puede pedir? No me pude sentir más afortunada: mi madre y la familia que me ha dado Madrid habían pensado en cómo sorprenderme, en cómo hacerme feliz. Y es entonces cuando piensas que tampoco hace falta un restaurante Estrella Michelín (de vez en cuando sí ajajajaj), que con lo familiar y pequeñito (que para mí fue súper grande) también se puede ser súper feliz.
Feliz, feliz… es la palabra que más estoy repitiendo en este escrito.
Meri incluso había creado una reunión por Zoom con los que no pudieron estar: mi hermano y otro amigo que estaba en Barcelona. Así que imagínate cómo de afortunada me sentí…
Otra de las muchas cosas que me encantaron de esta semana fue volver a hacer lo que más me gustaba cuando era pequeña: Volví a tirar unas bolas, jugué una pachanga en el verde y dimos un paseo a caballo. Esto no hubiera sido posible sin la sorpresa de mis maravillosos coleguis. Gracias una vez más. Ahora yo cambio el dicho: “Afortunada en amigos, desafortunada en amores”. Nah, es broma.
Quería dejarlo por aquí escrito para que cuando lleguen días peores pueda pensar en esta semana de febrero en la que tantas cosas buenas he vivido. ¡AH! Y como siempre me dice Isilla: Lo mejor está por llegar. ¿Qué será lo próximo?