Mira no… no te voy a mentir. Porque tú rompiste todos mis esquemas. Solo hicieron falta dos veces. Sí, dos veces. En esas dos ocasiones tú me tendiste una emboscada y me pusiste el viento a favor cuando estaba a punto de llegar el ciclón.
Recuerdo perfectamente que no podía disimular que me encantabas, que algo dentro de mí era diferente. Porque cuando tú me tocabas estaba mucho mejor. Porque cuando esos ojos azules me miraban de arriba abajo y no me podías sostener la mirada, algo dentro de mí decía que iba a ser diferente, que no serías como el resto.
Aún no eres consciente de la estela que dejaste en mí. Y es que fue raro, yo siempre suelo estar al mando, pero esta vez no. Esta vez eras tú la que me volvías loca, yo que suelo volver a todo el mundo loco y mamá me dice que no lo haga, en esta ocasión fuiste tú.
Aún recuerdo perfectamente la primera cita. La regla de los siete segundos. Me encantaste desde el primer segundo y me sobraron seis. Una velada en la que no hubiera hecho falta la cena porque éramos dos trozos de papel volando sobre una bandada de pájaros. Yo te sonreía mientras tú le quitabas el papel al tercio de la cerveza, y disimulabas así tu nerviosismo. Creo que fue en la segunda ronda, sí en la segunda, cuando me apeteció besarte… pero no lo hice. Me contuve las ganas.
Estábamos en mi ex-barrio, aquel en el que viví un año. Y aun así no me acordaba de muchos sitios. Hacías que mi corazón se acelerase y mis instintos primarios florecieran. Aquella noche fuiste marea y tormenta. Qué bonita estabas. Te habías dejado el pelo suelto a pesar de que siempre te lo recogías. Al terminar la cena me llevaste a un garito que tú conocías de aquella zona. Chamberí estaba viéndonos recorrer sus calles, y a mí no me hubiera importado haberme perdido en ti.
En cambio, en la segunda cita tú viniste con el pelo recogido, y como un lienzo sin pintar, inauguraste el brillo de mis pupilas, porque aquella noche tú me bajaste la luna y eso que soy de las que eso prefiero hacerlo yo solita.
Cada día más.
Recuerdo con nostalgia nuestro primer beso. Eso sí que fue compenetración y marea. Lluvia de estrellas. No exagero si digo que el primer conocimiento de nuestros labios duró unos 20 minutos; y no me cansaba. Siendo la única vez en mi vida que me pasaba.
Pero no supimos llegar a tierra firme, nos dejamos la razón a la deriva y no quisiste rescatarla. Siempre las recordaré, que lo sepas, aunque estés ya a miles de kilómetros, en esas dos veces descubrí lo que es la atracción de dos cuerpos que no se podían evitar.