México es, sin duda, un país que no deja indiferente a nadie. A mí por lo menos me ha marcado muchísimo; y eso que solo estuve 10 días… Su gente y su cultura en general te hacen sentir de una forma especial
Está claro que pasar 11 horas en un avión sin comunicación da para muchas reflexiones. La primera es que todo lo bueno se acaba demasiado pronto y que estuve inmersa en una telenovela 24/7.
Diez días dan para formar una pequeña familia y que los prejuicios con los que empecé el viaje se desvanecieron rápidamente. Pues nada más llegar ya estaba haciendo amigas y me estaban invitando a sentarme en su mesa porque no había ninguna libre. Yo que llegué con un miedo inmenso, que me dejé mis «aretes» en España por puro miedo, ya que me dijeron que México era un país súper peligroso. Y NO. México no es tan peligroso como dicen, y además es un país que te abre los brazos de par en par, cuyos habitantes para mí han sido los mejores anfitriones y casi sin conocerte, (bueno mejor sin conocerte) ponen ciega confianza en ti.
He aprendido que la alegría es una gran virtud y todos los días le debemos «regalar» una sonrisa a alguien.
Que «está padre» es guay y neta me lo he «pasado de madre».
He visto cómo dos europeas no pasan desapercibidas en un partido del estadio «Asteca» entre el América y el Cruz Azul cuando a Meri y a mí nos confundieron con jugadoras profesionales del ATM (por puras piernotas) y nos pidieron una foto y un autógrafo. Yo no sé cómo me creyeron porque lloré de la risa literal.
He visto como un «camión» para en cualquier lugar y la gente se monta y se baja en marcha. He vuelto a creer que las cabinas telefónicas existen (hacía años que no veía una) y he visto cómo una señora de 83 años (que aparentaba 60) servía tacos por la calle.
También acabamos la fiesta en una «alberca» y después pillamos un Uber (que no «cogimos el Uber») por menos de lo que cuesta un billete de metro en Madrid.
Además me agobie cuando en el mercado de la plaza Garibaldi los camareros te vendían su comida como si fueses una presa y gritaban más que cualquier madre «enojada».
He descubierto mi canción favorita «La canción» y vi unos ojos que brillaban al mirarme.
Me enamoré 50 veces en 10 días, bueno no literal, pero un par sí.
Comí más tacos que en toda mi vida junta y la venganza de Moctezuma vino a mí.
Subí las pirámides de Teotihuacán, contemplé su belleza y al día siguiente no podía andar de las agujetas.
Pero si me tengo que quedar con algo ha sido con la compañía. Compañeros de viaje que no olvidaré jamás.
Nos vieron también pinta de poco católicas, pero nos santiguaron con beso incluido en el santuario de Guadalupe.
AgradeSida es poco. Viaje de cien.
México🇲🇽 te quedas para siempre en mi corazón.