Dicen que de Madrid al cielo, pero yo prefiero de Madrid a tus besos.
La primera noche me quedé con tus facciones, con la forma en la que me mirabas, con cómo me guiabas.
Llevaba mucho tiempo sin inspirarme. Pero hay veces que la vida cruza caminos por algo. Complementa senderos y hacen que coincidan.
Pero realmente lo que más me gustó de ti fue la forma en que tenías de escucharme. Hacía tiempo que no lo hacían de esa manera.
Y no quería que fueras como otras. No quería besarte a la primera de cambio por mucho que me muriera de ganas y una sensación de vaivén recorriera mi estómago.
No quería eso, yo esperaba algo especial de tu parte y me recordaste que teníamos un plan «secreto» pendiente.
Contigo me apetecía ir despacio, que ya había corrido bastante. Que ya había cogido autopistas de peaje para acortar caminos. Pero no.
Tú eras como esa carretera que te apetece recorrer con un coche bajito para sentir el asfalto. Como cuando vas en un sidecar que no alcanza más de 50km/h.
Las horas se me pasaron volando. Cinco horas que fueron como cinco minutos. Pero eso es: la vida son momentos. Y ese momento lo hice mío.
Aquel día la vida me hizo cosquillas.
Ya sé:
Contigo me apetecía hacer cosas por primera vez y retomar aquellas que hacía años que había dado de lado. Aquellas cosas que me apasionaban pero que por falta de tiempo o de ganas, en realidad es eso de ganas… no había hecho. Sí, puede sonar muy cursi, pero es así.
Mi hándicap era bajo de debilidad hacia ti y eso me abrumaba bastante. Al final lo que importa es eso: la vida de los años y no los años de la vida.
Espero volver a buscarte las cosquillas y las ganas, que de vez en cuando lo que importa es eso: las ganas que le pones a algo cuando una ilusión te recorre el cuerpo.