Días pasados

Era un día caluroso en el sur de España.

Manuel estaba de camino al médico. Llevaba mucho tiempo sin ir al pueblo porque su trabajo no se lo permitía. Casi siempre estaba de viaje de negocios y llevaba años sin saber lo que eran unas vacaciones. Por eso este año que estaba más relajado decidió tomarse un respiro.

Llevaba un par de días en Torre del Campo cuando empezó a sentirse mal. Se mareaba a menudo y sufría grandes dolores de cabeza. Anduvo un par de minutos y llegó a la puerta de la consulta. Se fijó en el apellido de la placa dorada y recordó que era aquel compañero de  clase. Subió las escaleras apresuradamente pues quería ver el aspecto de su amigo de la infancia.

– Jorge, soy Manuel Montes, ¿te acuerdas?

– Como no me voy a acordar.

Y se fundieron en un largo abrazo de colegas.

-¿Qué te trae por el pueblo?

– He venido dos semanas de vacaciones, mi hermana se casa este fin de semana. Creo que voy notando los años porque últimamente tengo unas jaquecas enormes…

– Siéntate un momento en la salita y ahora te atiendo.

– De acuerdo, amigo. Respondió Manuel.

Se sentó en la silla y empezó a recordar aquellas aventuras de verano, todos los cumpleaños que habían vivido juntos y, cómo no, sus primeros amores. Cuánto tiempo hacía de aquello, pensaba Manuel. Lo menos 35 años.

Se levantó y miró a través de la ventana añorando todas las veces que quería haber estado en su pueblo pero no había sido posible. Vio lo mucho que habían cambiado las cosas… Aquel primo suyo al que él cuidaba estaba casado y con dos hijos, la fábrica de chocolate la habían derrumbado para construir un concesionario de automóviles, su primera novia era Periodista y daba las noticias en la televisón… Aún recordaba cuando ella siempre estaba con su cámara de fotos y le escribía cartas de amor.

Aunque lo que más echaba de menos de allí era ver a su madre, siempre hacía pasteles y se los regalaba a todos los vecinos del barrio. Una mujer con mucho carácter pero que lo que le importaba era que todos estuvieran a gusto y con una sonrisa en la cara.

Era un sentimiento de añoranza pero a la vez  de alegría por volver al pueblo que le vio crecer, allí surgieron sus primeras amistades, empezó a ir a la escuela, aprendió a jugar al tenis y lo más importante: allí tenía sus raíces y a su familia.

La verdad es que desde muy joven Manu fue un gran emprendedor. A pesar de la distancia se fue a Madrid a estudiar Publicidad. Pensaba en todo lo que no pudo hacer con sus amigos y las excursiones que se perdió… a pesar de ello consiguió su sueño que era ser un gran publicista. Pasa  la mayor parte del año en Ámsterdam aunque  conoce muchos países: Rusia, Italia, Estados Unidos, Uganda, Japón, Colombia, Francia, Reino Unido…

Siempre decía que como España no había otro sitio. Sobre todo el sur, Andalucía. Sus ferias, su gente, el clima, el acento… un conjunto de cosas que la hacían única y especial. En ese momento recordó el último spot publicitario que grabó: era para una marca de cerveza que se hacía en Andalucía. Eso le inspiró y pensó que sería una buena idea que la cerveza recogiese lo que es el sur, lo que se siente, cómo es su gente y su forma de vida.

Una carcajada le salió de dentro. Estaba solo en la sala de espera, menos mal si no hubiesen pensado que estaba loco. Pero es de esas veces que recuerdas una situación y parece como si estuvieras en el mismo lugar.

Pasaron cinco minutos cuando el doctor Jorge Maldonado le llamó. Él se levanto con brío y se dirigió al final del pasillo, donde tenía su despacho.

– ¡Qué bien te veo Manu! Se nota que te gusta practicar deporte.

– Buah, pero no hago todo el ejercicio que me gustaría.

– Cuéntame y qué te duele, dónde tienes molestias…

Y así entablaron una larga conversación de media hora, poniéndose al día de todas sus nuevas aventuras. Al cabo de un rato los dos amigos se despidieron y Jorge le dijo que cuando mandaran los resultados de las pruebas lo llamaría.

Así llegó la tarde del sábado, la boda de su hermana. Hacía mucho tiempo que no se lo pasaba tan bien y estaba rodeado de toda su familia. Su padre no paraba de decir lo orgullosa que su madre se debería sentir en ese momento si aún viviera. Su hermana entró radiante a la iglesia de san Ildefonso, después al acabar la misa se fueron a un restaurante en la sierra. La noche parecía no acabarse, después de la cena llegaron la música y los bailes. Realmente desconectó de su trabajo y se lo pasó genial, vamos cual niño pequeño al que le regalan una bolsa de chuches. Era feliz.

Al cabo de cinco días la secretaria del médico lo llamó y lo citó al día siguiente. Quería ir a despedirse de su amigo y comunicarle que ya estaba mejor, que ya no tenía con tanta frecuencia las jaquecas.

5 de julio, 38ºC a las once de la mañana. Manuel llamó al timbre.

– ¿si?

– Soy yo, Manuel.

– Sube, sube. Respondió Angelita, la secretaria.

El médico le abrió la puerta. Manuel le contó que ya se iba del pueblo, que tenía que viajar a Madrid para coger un avión con destino París para firmar un contrato con unos socios.

Jorge le invitó a que se sentara en su sillón. El médico parecía preocupado.

– ¿Cómo han salido las pruebas doctor?

– Manuel he de decirte dos noticias: una buena y otra mala.

– ¿Cuál es la buena?

– Tienes algo que hemos pillado a tiempo y se puede curar, lo malo es que vas a tener que suspender esa reunión en París.

– ¿Por qué?

– Tienes cáncer de médula.

Manuel se quedó atónico, no se lo creía. De repente todos sus planes se derrumbaron. Pensó en aquello que le decía su abuelo: Vive intensamente y no tires la toalla por muy difícil que sea la batalla. Las guerras se ganan con perseverancia y esfuerzo.


Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s