Cada vez que se acerca mi cumple me pongo nerviosa, nostálgica que ¿por qué? No lo sé. Pero la verdad es que una sensación de hormigueo recorre mi cuerpo. Quizá es porque un año nuevo, una cifra más trae consigo nuevas oportunidades y nuevos retos, caerse y levantarse, llegar, luchar y ganar. Y bueno quizá alguna pérdida y fracaso, pero con la mentalidad de que hay que superarlo.
Me acuerdo que cuando era pequeña yo veía a mis primos (mayores que yo todos) y decía: “jolín cuánto queda para llegar a los 25” y ahora ya los he sobrepasado; y es que el tiempo pasa volando.
Ahora toca la cifra de los 27 y bueno… mi truco para cuando me siento mayor es que en vez de pensar que “tengo 27 años”, digo “aún estaría en la segunda temporada de Friends”.
Aunque este inicio de año 2020 no haya sido muy tranquilito y fácil, me he dado cuenta de una cosa: y es que aquí en Madrid tengo a mi verdadera familia, esa que se escoge, mis amigas, que están en lo bueno, en lo regular y en los momentos más jodidos de mi vida. Porque yo estaría dispuesta a pagar sus respectivos rescates, como sé perfectamente que ellas lo harían por mí.
De verdad, que tengo una suerte loca, y ya no solo en los sorteos, sino en haber encontrado a un grupito de personas que sé que siempre van a estar conmigo, aunque esté en ruinas.
Por eso hoy el regalo no me lo hacen ellas a mí, sino que es la vida quien me ha dado el mejor presente de tenerlas conmigo.
Habrá muchos desastres, pero también verdades y momentos bonitos que hemos compartido juntas.
De verdad que siempre las voy a llevar en el corazón, o en el alma, no lo sé. Siempre busco lo que enciende mi alma y ellas prenden la llama más fuerte. Así que siempre diré que soy una afortunada por tenerlas en mi vida.
En definitiva, la familia es la familia y siempre va a estar ahí, da igual el cómo y el dónde.
Muy buena reflexión!